Seguramente ya ha oído el dicho: «Todo el mundo quiere ir al cielo, pero nadie se quiere morir». Yo veo esa actitud en todas partes: en los negocios, en las inversiones y en la vida de muchas personas. Pregúntele a quien sea: «¿Quieres ser rico?», y le responderá: «¡Por supuesto!». Pero pregúntele: «¿Estás dispuesto a hacer lo que haga falta?», y con frecuencia le devolverán una mirada vacía.
Para mí, la diferencia entre alguien que realiza sus sueños y alguien que no, es que el primero tiene la disposición para hacer lo que sea que se necesita para llegar hasta ahí, y el segundo no.
Una vez escribí acerca de los cuatro tipos de personas en que se puede dividir el mundo:
- Aquellas que deben tener la razón,
- Aquellas que deben permanecer cómodas,
- Las que deben ganar y
- Las que deben gustar.
Yo soy del tipo «debo ganar» y para logarlo a veces uno tiene que hacer cosas que resultan incómodas y difíciles. La prueba más reveladora para un ganador (o perdedor) es cómo responde a la adversidad.
¿Qué hace cuando se halla bajo presión? ¿Retrocede? ¿Se da por vencido? ¿O se arremanga y pone manos a la obra? Y al final, ¿continúa avanzando? Esa respuesta cuando las cosas se complican es lo que señala la diferencia entre ser una persona rica o pobre.
La realidad es que a veces necesita un entrenador. Yo tengo entrenadores en muchas áreas de mi vida: negocios, inversiones, presentaciones, acondicionamiento físico y desarrollo personal. Ellos hacen que responda a un nivel de exigencia alto, cuando mi tendencia natural es a tomarme las cosas con calma.
Un ejemplo: un día estaba trabajando en el gimnasio con mi entrenador, JR, cuando él dijo: «Kim, toma la pelota roja para tu siguiente serie de ejercicios”. Atravesé el gimnasio y me incliné para recoger la pelota, esperando que fuera bastante ligera. Pero era mucho más pesada que la azul y la amarilla, que eran las pelotas a las que estaba acostumbrada. «Muy bien -dijo JR- quiero que hagas 20 arremetidas con la pelota por encima de tu cabeza. Luego, haz 20 abdominales y al final 20 sentadillas». Le eché una mirada inquisitiva y me fui a trabajar. Regresé jadeando y resoplando, pero orgullosa de haberlo logrado y lista para continuar con un ejercicio más fácil. En vez de eso, JR dijo: «Buen trabajo. Ahora haz otras dos series».
«¿Dos series más?», protesté. JR sonrió y me dijo: «¿Me pagas para que te sostenga la mano o para obtener resultados? Es tu decisión». En silencio di media vuelta y me fui con mi pelota roja a empezar mi siguiente serie de ejercicios.
Ahí fue cuando me di cuenta de que para obtener resultados en lo que sea, tienes que usar la pelota más pesada. A menudo elegimos los retos o las metas más sencillos, porque es más fácil y más cómodo. Pero para obtener lo que queremos, tenemos que asumir desafíos más duros.
Así que las preguntas «pelota roja» que usted debe plantearse son:
- ¿Qué es aquello que, si lo hiciera el día de hoy, mejoraría mi vida dramáticamente?
- Una vez que haya descubierto la respuesta a esa pregunta, pregúntese: ¿realmente estoy dispuesto a hacer lo que se necesite para lograrlo?