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Así se debe catar un vino

cata vino

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Seguro en muchas ocasiones has querido aprender y saber catar un buen vino. Es decir, saber degustar y apreciar cada uno de los matices de una de las bebidas más típicas que acompañan muchas de nuestras comidas y celebraciones.

Lo que debemos tener claro es que, para catar un vino entran en juego casi todos nuestros sentidos. No se trata únicamente de saborearlo, sino también de mirarlo con calma y de notar sus olores. Todo ello nos dará una información muy valiosa sobre el vino que tenemos delante.

Los sentidos

Los sentidos del olfato y, en segundo término, el gusto, son lo suficientemente traicioneros como para no fiarse de ellos ya que, para la gran mayoría de los catadores, las emociones  se anteponen a los juicios de la cabeza. La objetividad es enemiga de las pasiones o de los gustos personales.

Los gustos dependen del catador

Los gustos personales de cada catador sólo son válidos a la hora de llevarlo a la mesa, con la influencia del escenario y en buena compañía. Gustos nacidos de una inclinación hacia unos determinados vinos que bebe con más frecuencia, lo que condicionará su cata profesional si lo hace a etiqueta vista y, por lo tanto, debería catar necesariamente a ciegas.

El orden mental

La forma de ser de cada catador afectará al resultado del examen de un vino y esto no es conveniente cuando se trata de un catador profesional. Un catador no es mejor si posee  la cualidad de detectar y distinguir los olores y sabores más ocultos.

No tienes que distraerte

Es frecuente en muchos catadores en grupo: tan pronto olfatea el vino se la juega asegurando la marca del vino, con fracaso estrepitoso en muchas ocasiones. Esa impaciencia por ser el primero en acertar distrae los sentidos.

Humildad

La humildad es un estado superior de conocimiento del vino. Es resultado de haber cometido errores en la valoración e identificación de un vino.

Curiosidad

Es el factor que mueve a conocer los vinos por sus características y no por su calidad. Es una de las virtudes principales de un catador. Conviene adquirir botellas de los lineales del supermercado y de los anaqueles de calidad para evitar ser demasiado crítico con los vinos baratos  e indulgente con los vinos de culto.

Decisión

La primera impresión es la que vale. Hay que acostumbrarse a valorar el vino con dos rotaciones de la copa y de inmediato. Tan pronto olemos el vino, lo primero que percibimos es su equilibrio, su personalidad, sus defectos y su potencia olfativa.

No te dejes seducir por la potencia del vino

La potencia de un vino en un rasgo unidireccional (fruta si es un vino joven o especias si es un vino criado en roble) no es un factor valorable si no está acompañado con otros rasgos. Hay que puntuar el equilibrio de esos matices. La armonía o equilibrio del vino es como un acorde musical de las diez teclas de un piano sonando a la vez.

La boca es la confirmación del olfato

Hoy es muy raro que un vino con una calidad olfativa notable no se corresponda con un equilibrio táctil en la boca, de tal modo que el examen olfativo se lleva el 80 por ciento de la valoración.

Recuerda,

Después de la primera impresión es cuando notaremos la textura del vino. La textura del vino la clasificaremos según su suavidad. Calificaremos un vino positivamente cuando sea suave como la seda o el satén o negativamente si es rugoso y desagradable para nuestro paladar. Eso es algo que nos ayudará a distinguir, claramente, los buenos vinos de los malos.

Otro factor que se analiza al catar un vino es la vía retronasal. Los vinos de larga retronasal son aquellos que, después de beber un trago de vino y expulsar el aire por la nariz, seguimos notando las sensaciones de sabor y textura de un vino. Además, también debemos tener en cuenta el sabor final que nos deja el vino. Puede ser sucio (poco agradable), ácido, tánico… o puede tener un final que destaque muy poco.