1.- La NASA:
Cuando antes de los ’60 la NASA emprendió el lanzamiento de astronautas al espacio, advirtieron que sus bolígrafos no funcionarían en gravedad cero, ya que la tinta no bajaría a la superficie en que se deseara escribir.
Al cabo de 6 años de pruebas e investigaciones que demandaron un gasto de 12 millones de dólares, lograron desarrollar un bolígrafo que funcionaba en gravedad cero, abajo del agua, sobre cualquier superficie incluyendo cristal y en un rango de temperaturas que iban desde bajo cero hasta 300 grados centígrados.
Los rusos, por su parte, descartaron los bolígrafos y dieron lápices a sus tripulaciones para que pudieran escribir.
2.- El empaquetado de jabones:
En 1970, un ciudadano japonés envió una carta a una fábrica de jabones de Tokio, reclamando haber adquirido una cajita de jabones que -al abrirla- estaba vacía. El reclamo puso en marcha todo un programa de gestión administrativa y operativa; los ingenieros de la fábrica recibieron instrucciones de diseñar un sistema que impidiera que esta dificultad volviera a repetirse. Luego de mucha discusión, los ingenieros estaban de acuerdo que el problema se había suscitado en la cadena de empaquetado de los jabones, donde una cajita en movimiento no fue llenada con el jabón respectivo.
Por indicación de los ingenieros se diseñó e instaló una sofisticada máquina de rayos “X” con monitores de alta resolución, operada por dos trabajadores encargados de vigilar todas las cajas de jabón que salían de la línea de empaquetado para de esa manera asegurarse de que ninguna estuviera vacía. El costo de esa máquina superó los 250,000 dólares.
Cuando la máquina de rayos “X” comenzó a fallar al cabo de cinco meses de ser operada en los tres turnos de la empresa, un obrero del área de empaquetado pidió prestado un potente ventilador y lo apuntó hacia la parte final de la faja transportadora. Mientras las cajitas avanzaban en tal dirección, las que estaban vacías simplemente salían volando de la línea de empacado.
3.- El hotelero neoyorkino:
El gerente general de una cadena hotelera neoyorkina viajó por segunda vez a Seúl en el lapso de un año; al llegar al hotel donde debía hospedarse fue recibido cálidamente con un “Bienvenido nuevamente señor, que bueno es verlo una vez más en nuestro hotel”. Dudando de que el recepcionista tuviera tan buena memoria y sorprendido del recibimiento, se propuso que -a su retorno a New York- impondría igual sistema de trato al cliente en la cadena hotelera que regentaba. A su retorno convocó y reunió a todos sus gerentes encomendándoles desarrollar alguna estrategia ad-hoc a tal pretensión.
Los gerentes determinaron implementar un software con reconocimiento de rostros, base de datos actualizada día a día, cámaras especiales, con un tiempo de respuesta en micro segundos, así como la pertinente capacitación a los empleados, etc., cuyo costo aproximado sería de 2.5 millones de dólares.
El gerente general descartó la idea por costosa. Meses después, en su tercer viaje a Seúl, luego de ser recibido de la misma manera, ofreció una buena gratificación al recepcionista para que le revelara cómo lo hacían.
El recepcionista le dijo : “Mire señor, aquí tenemos un arreglo con los taxistas del aeropuerto; durante el trayecto ellos preguntan al pasajero si ya antes se hospedó en este hotel, y, si la respuesta es afirmativa, ellos depositan sus maletas al lado derecho del mostrador.
Si el cliente llega por primera vez, sus maletas son dejadas al lado izquierdo. El chofer es gratificado con un dólar de propina.”