Luego de que un individuo es encontrado culpable de un crimen y sentenciado a muerte, será enviado a lo que conocemos como el corredor de la muerte. Un lugar de la prisión en donde los condenados a muerte pasan sus últimas horas.
Pero, alguna vez te has preguntado ¿qué es lo que sucede durante este transcurso de tiempo en el que los presos pasan sus últimas horas en el «corredor de la muerte»?
Claramente el trato para cada preso es diferente. Mientras unos pueden pasar sus últimos días comiendo una deliciosa pizza, otros pueden pasársela completamente aislados de cualquier contacto humano. Es por eso que hoy hablaremos sobre cómo son las últimas horas de los presos condenados.
La última comida en el corredor de la muerte
Según algunos medios de Estados Unidos, a los condenados se les otorga la decisión de elegir su última comida antes de su ejecución. Esta debe ser comprada en las cercanías de la prisión y no deben superar, en su conjunto, los 40 dólares.
El origen de esta última comida en el país se remonta al año 1924 y fue en las prisiones de Texas donde se introdujo.
Algunos condenados piden mucha cantidad de comida y después la dejan toda intacta o ingieren solo una parte.
Tal es el caso de Gary Carl Simmons en 2012. Solicitó, entre otras cosas, una pizza con doble de champiñones, pepino, jalapeños, ajo y salchicha, 10 paquetes de parmesano, 10 botes de salsa ranchera, una bolsa grande de Doritos, 2 batidos de fresa grandes, dos colas sabor fresa, un paquete extra grande de patatas fritas de McDonald’s, con extra de kétchup y mayonesa, y dos botes de helado de fresa. Solo pudo con la mitad de la comida.
En algunos estados norteamericanos, los condenados a muerte toman la última comida solos en su celda, pero en otros se les permite que los acompañen otro preso.
La historia de Nick Yarris
Sin embargo, el trato no es el mismo para los prisioneros que pasan sus últimas horas en el «corredor de la muerte». Tal es el caso de Nick Yarris, quien pasó más de dos décadas en él. Después de ser condenado por error, bajo los cargos de violación y asesinato de una mujer, la mayor parte del tiempo tras las rejas lo pasó en total aislamiento.
Fue encarcelado en un cubículo en solitario, en donde sufrió golpizas recurrentes por parte de los guardias, incluso tan severas que en una ocasión le produjeron desprendimiento de retina.
Por suerte, después de que un juez ordenara una última ronda de pruebas de ADN y estas dieran negativo, Nick Yarris fue exonerado.
Su historia lo llevó a escribir un libro que después se convertiría en material para que Netflix realizará una película documental titulada “The Fear of 13″.